Es
el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en
un sueño atroz. La her-
mosa
máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué
me
servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición,
el
aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus
mares
y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las
cosas
comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra mi-
litar
de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la
medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la
fuente, ya el hombre se levanta
a
la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,
pero
la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el
alivio de oír tu voz, la espe-
ra
y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus
pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo
a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la
ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
De: El oro de los tigres (1972)
Jorge Luis Borges
No hay comentarios:
Publicar un comentario